miércoles, 5 de diciembre de 2012

Él sólo quería salir en el periódico





Esa mañana decidió no ser quien era. De gánster, sombrero y abrigo café.
 Erró la hora. Con un tambor en los oídos subió al último vagón del metro, no estaba tan atiborrado de blancos móviles, como llamaba a las personas.
Vino el silencio.
 Los gritos de los que quedaban vivos.
 Abrieron las puertas.
Salió del vagón sin una gota de sangre, orgulloso, con la mano en el gatillo y la sonrisa firme.
Alguien se persignó a su lado en la escalera.
La luz de la superficie oscureció su obra con un garabato de sangre en sus sienes. 

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